jueves, 26 de febrero de 2009

Cuento de Año Nuevo... (Quinta Entrega)




(Para saber como comenzó esta historia, favor dar click aquí)


...¿Qué culos hace mi tío Eduardo aquí?

-- Mijo no te pongas a pelear, no es el momento. Tú sabes que él trabajó aquí de director hace años, y al primero que tu papá llamó a contarle fue a él.

-- ¡Pero por que hijueputas! ¿O es que acaso nosotros no podemos hacernos cargo de la situación? ¿Estamos pintados en la pared o que?

-- Yo tampoco estoy de acuerdo – Dijo Víctor. -- Desde que mi tío jodió a papá con esa plata, lo tengo en la mala. Pero tu sabes como es mi papá, todo se lo consulta e él.

Mi tío, dos años menor que mi papá, siempre se había creído superior a mi padre, solo por que al terminar la universidad, él se había ido a España a especializarse en una de las mejores universidades en medicina de ese país, mientras que mi papá antes de terminar la carrera, ya había conocido y embarazado a mi mamá.

Hace pocos años, durante una de las tantas reuniones familiares anuales, si mi memoria no me engaña, fue el día del padre, mi tío Eduardo con los tragos subidos a la cabeza, se levanto de su silla, mandó a bajar el volumen de la música, y pidió hacer un brindis por mi papá. Las palabras que enunció fueron algo así como “Brindo por ti Juan, mi hermano mayor, el primogénito de la familia. Brindo por ti, ¿y sabes por que brindo por ti? ¿No? Por que si no hubiese sido por ti yo no hubiese llegado a ser lo que soy ni a tener lo que tengo hoy. Gracias mi hermano por quitar todas esas piedras de mi camino que me hubiesen hecho tropezar, caer y quedarme allí tendido en el suelo. Gracias a ti Juan, hoy tengo una esposa mucho más hermosa de la que hubiese querido tener. !Lina mi amor ven que te quiero dar un abrazo y un beso por hacerme uno de los hombres mas dichosos de este planeta!¡Todo lo que tengo te lo debo a ti mi querido hermano Juan! Y como dice un grupo de rock de esos que escucha mi hermoso hijo Sebastián... ¡Gracias Totales!”


Ese día Víctor y yo nos quedamos viéndonos las caras al no entender nada de lo que había dicho mi tío Eduardo en su brindis. Nadie secundó a mi tío en su brindis, ni en la casa se hizo comentario alguno, y aquel silencio incomodo fue roto por la caída de uno de mis primitos desde una silla, golpeándose en la cabeza.

En medio del alboroto seguí a mi madre hasta la cocina para preguntarle si ella sabía por que mi tío había dicho lo que había dicho.
Ella sirviéndose un vaso de agua y mirando a su alrededor como asegurándose de que lo que iba a contar no lo escucharía mas nadie, empezó a hablar.

Pude enterarme de boca de mi madre, que si mi tío Eduardo se comportaba en la forma que lo hacia con mi papá, era por que cuando eran jóvenes y empezaban a estudiar sus carreras, ella, mi madre, era compañera de curso de mi tío, y él siempre había tratado de que ella fuese su novia, pero ella nunca quiso tener nada con el. Mi mamá me dice que el insistió tanto que ella a regañadientes cedió a tener algo con él.

Cierto día estudiando para un parcial junto con mi tío y otros compañeros en la casa de mis abuelos, y de recién haber empezado a tener algo con Eduardo, vio por primera vez a mi papá y a le pareció un hombre muy atractivo. Luego se siguieron viendo, y se hicieron novios, cosa que mi tío Eduardo jamás le ha perdonado a mi papá.

- Ahí viene Eduardo – advirtió Víctor.

- Toma las cosas con calma Juanjo, hazlo por mi – me pidió mi mamá.

Veía como se acercaba mi tío hacia nosotros, dándose aires de importancia que siempre ha creído tener, mientras era saludado por enfermeras y doctores a lo largo del pasillo.

--Juan José... como estas? – dijo mi tío al llegar donde nos encontrábamos.

-- ¿Como quieres que esté Eduardo? ¿Feliz? ¿Bailando en un solo pie?

-- Cálmate. Solo te estoy saludando. Además yo se que mi presencia no te agrada, y si estoy aquí es por que tu papá me lo ha pedido.

-- Por lo menos eres consciente de nuestro desagrado hacia ti – le dije.

-- Bueno a lo que he venido no es a pelear con ustedes dos, si no a...

-- ¿Como está Erika, Eduardo? – Interrumpió mi mamá.

-- A eso es a lo que vengo. – Eduardo hizo una pausa, tomó aire y continuó.- Alicia, para mi es difícil esto que tengo que decirte, mas aun por el sentimiento que algún día te tuve... pero... los médicos hicieron todo lo que estuvo a su alcance para salvarle la vida a Erika, pero todo fue inútil.

Mi madre quedó en ese instante congelada, y no se bien que es entrar en estado de shock, pero creo que eso era lo que le había sucedido a mi madre al escuchar aquello que tanto temía desde hace mas de una hora.

Mi tío de inmediato tomó a mi mamá entre sus brazos, abrazándola fuertemente y sacándola de aquel limbo en el que se encontraba. Ella de inmediato rompió a llorar de una forma que me hizo recordar al llanto de aquella señora que horas antes había presenciado el cuerpo inerte de su hijo tras el volante de aquel Renault azul.

Yo aun no podía musitar palabra alguna ante lo que mis oídos acababan de escuchar.

Mi hermano Víctor fue debilitado en lo mas profundo de su ser por aquellas palabras, arrodillándose a llorar amargamente en aquel diáfano suelo impregnado de un aroma nauseabundo a blanqueador.

Una lagrima de dolor cargada de rabia e impotencia, se deslizaba por mi mejilla, mientras empuñaba fuertemente mis manos como evitando con esto que mi cuerpo colapsara, e imitara la postura que mi hermano había adoptado ante aquella metralla proveniente de la granada de sufrimiento que había arrojado el destino, y estallado cerca a nosotros al saber la suerte que había corrido mi hermana Erika aquel 1º de enero.


-- ¡Ay Dios mío! ¡Y ahora como le digo a Juan que su nena lo ha abandonado para siempre! – gritó mi mamá poniendo su mirada una de las luces del techo que iluminaban el pasillo, como si estuviese mirando hacia el cielo y hablando con su dios.

-- Tú tranquila Alicia que ya hablé con Juan para comunicarle la mala noticia y para que supiera que me ponía a cargo para hacer más rápido el diligenciamiento de los documentos para la entrega del cuerpo. Serénate que le ha dolido pero lo ha tomado con mucha calma – explicó Eduardo.

-- ¿Qué tu hiciste que? – le pregunté asombrado.

-- Que yo ya hablé con él, y le...

De un puñetazo fuerte en su cara, detuve el acto de habla de Eduardo en aquel instante. Le pegué con toda la rabia que mi corazón había albergado por el durante los últimos cuatro años, y en ese instante fui consiente de que si mi corazón había dejado salir aquella ira que había estado almacenada por tanto tiempo, era solo para que a partir de hoy, una furia mil veces mayor que un sol, ocupara aquel espacio que había quedado vació en milésimas de segundo...

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martes, 10 de febrero de 2009

Cuento de Año Nuevo... (Cuarta Entrega)



(Para saber como comenzó esta historia, favor dar click aquí)

...Eran las 12 y 20 de la madrugada del domingo primero de enero del año 2006, y gracias a alguna fuerza extraña, había encontrado un taxi que me llevaba a donde mi familia se encontraba departiendo.

Unas ganas incontenibles de fumar invadieron mi sistema nervioso. Saqué el paquete de cigarrillos de mi chaqueta, y le pregunte al taxista que si no le molestaba que fumara en el auto. El me respondió que perdiera cuidado, que el también quería perder cinco minutos de vida también, así que se me uniría en mi pequeño rito suicida.

Mientras aquel humo asaltaba mis pulmones y relajaba mi cuerpo, mi mente no dejaba de pensar que habría pasado si las que hubiesen ido en la parte de atrás de aquel carro accidentado fuesen Erika y su amiga Paola.

Luchaba contra aquella ráfaga de pensamientos poco gratos, pero nada. Así tratase de pensar en mi novia y lo rico que la pasaríamos el puente de Reyes Magos en las playas de Cartagena,el próximo fin de semana, los dos solos, mi mente abría una puerta hacia un futuro lleno de penas y amarguras para toda mi familia.

Llegó un momento en aquel trayecto dentro del taxi que me decidí a no seguir luchando contra esos pensamientos, y comencé a imaginarme como hubiésemos vividos esos momentos de angustia y tristeza, y como hubiesen cambiado nuestras vidas.
Quería hacerme la idea de más o menos como seria lo que le tocaría atravesar a las familias de aquellos jóvenes que habían muerto de una manera casi absurda.
Gracias a cualquier dios, sólo serían elucubraciones, y no realidades, que a mi familia, y se que a ninguna familia, por muy rica o muy pobre que sea, le gustaría que le sucediera.

Veía una imagen borrosa del funeral de mi hermana. Si. Podía verla a ella engalanada de un vestido color blanco inmaculado. Pero a esa bella modelo que lucía aquel hermoso vestido, la afeaba un ataúd de color vino tinto en el cual yacía su cuerpo inerte.
Veía muchos rostros conocidos llorando por su partida. Entre esos rostros podía ver claramente el de mi madre.
Imaginaba a mi madre llorando desconsolada al lado de mi abuela y mis tías, quien no sabían como consolarla, y que en su rojiza y triste mirada se podría ver que si en sus manos tuviesen el poder de canjear con el destino las vidas de ellas, por la resurrección de su sobrina, lo harían.

No se que le pasó a mi cuerpo y a mi mente en esos momentos, pero caí en un profundo letargo en el cual seguía visualizando imágenes poco gratas de cómo hubiesen sido esos momentos de dolor en mi familia, si se hubiesen llegado a dar las cosas de esa manera.

Un bache en la carretera hizo que el carro brincara y me sacara de aquel mar de virtual de escenas que hubiesen podido marcar mi vida por siempre. Gracias a una gran fuerza de algún lado del universo, esas escenas solo estaban en mi mente, y no eran reales en estos instantes de mi vida.

El taxi seguía su recorrido por las calles llenas de música y de gente abrazándose y repartiendo buenos deseos para este año que apenas empezaba.

Algo que llamó mucho mi atención en aquel “mar virtual”, fue que no visualicé a mi padre en ninguna de aquellas escenas de dolor, y pensé lo difícil que sería para él afrontar una situación de este calibre tan devastador.

Cuando el taxi entró en la manzana donde vivían mis abuelos, pude percatarme de inmediato que en ninguna de las casas se encontraba encendido ningún equipo de sonido, y que además esta era la única manzana de toda la ciudad en la cual las personas no se estaban abrazando y deseándose un feliz año nuevo, todo lo contrario, estaban cruzados de brazos y con unas cara largas.

Miré mi reloj para ver si ya era tan tarde para que la gente se hubiese dejado de abrazos y saludos de bienestar, pero este señalaba que solo habían transcurrido 30 minutos después de las doce. Aún era tiempo de felicitaciones.

-- Señor, es en la casa verde de rejas blancas —le indiqué al conductor.
Antes de bajarme del auto, miré a través de la ventana del taxi y lo que seguia percibiendo no me gustaba para nada.

Como tratando de ponerle ánimo a aquella reunión, al bajarme del taxi grité:
-- ¡Llegué yo nomejoda! ¡Feliz Año Nuevo!

Todos me miraban pero no decían nada.

-- ¿Aja donde están el viejo Juancho (mi papá) y la vieja Alicia (mi mamá)?

Ellos y Victor mi hermano,eran los únicos miembros de mi familia que no se encontraban allí en aquel instante, y los que se encontraban permanecían inmóviles y sin pronunciar palabra alguna.

-- ¿Pasó algo? Díganme algo. ¡Que me digan algo jueputa! —grité.

De inmediato mi tío Esteban se acercó a mi, me abrazó y me dijo algo que rompió aquel silencio que había departe de mi familia hacia mi, y que hubiese preferido que no se hubiera roto jamás.

-- Tus papás están en la Clínica 20 de Julio. Tu hermana se accidentó, y está muy grave.

Reaccioné bruscamente apartando a mi tío de mi lado con un fuerte empujón. Aún no comprendía bien, si lo que mi tío me había dicho, era lo que yo había escuchado, o era que mi sentido auditivo me gastaba una broma pesada.

-- Cálmate Juan José. Erika venía en el auto del hermano de Jazmín Paola. El conducía y junto con Erika venía Paola y otro muchacho.

Tu hermano Víctor llamó y dijo que los muchachos murieron en el impacto, y que Paola como pudo llevó a Erika a la clínica. Los médicos le dijeron a Víctor que la “nena” estaba muy delicada debido a que tiene golpes internos en la cabeza.
Todos estamos consternados, pero debemos actuar con cabeza fría y ser fuertes ante cualquier eventualidad que pueda suceder.

En fracciones de segundo mi mente me hizo saber que había sido espectador del choque en el que mi hermana se había accidentado, y que aquel muchacho que quedo atrapado frente al volante era el hermano de Jazmín Paola, a la que yo solo conocía simplemente como Paola.

-- ¿Qué culo quieres decir con cualquier eventualidad? – le grité a mi tío.

-- Esperar lo peor Juanjo. Erika esta muy grave.

-- ¡Como se te puede pasar por la cabeza esa mierda idea que Erika se va a morir! – continuaba gritándole a mi tío con todas mis fuerzas, mientras él guardaba silencio y el resto de mi familia me miraba perpleja.

Salí corriendo de la casa de mis abuelos sin decir mas nada y me dirigía hacia la esquina de la calle, mientras sentía la mirada de los vecinos clavarse en mi espalda.

Detuve el primer taxi que se cruzo en mi camino. No se cono, pero aquel taxi no llevaba pasajeros. Lo aborde y le dije al conductor que me llevara a la Clínica 20 de Julio lo mas rápido posible.

Al llegar a la clínica pude encontrar a mi mamá con su mirada fija en el piso de aquel lugar, mientras mi hermano Víctor la abrazaba y la besaba en la cabeza en señal de consuelo.
Mi madre al verme corrió a mi me abrazó y rompió a llorar.

-- ¡Aaay mijo, tu hermanita linda está mal! ¡Está mal! ¡Está muy mal!

-- Calma mami, calma. Quédate tranquila.

-- Papi no puedo. ¡Tu hermanita se me muere mijo!

Miré a mi hermano Víctor, quien mirándome y apretando sus labios, me dio a entender que mi hermana verdaderamente estaba muy grave.

-- ¿Víctor, donde está mi papá?

-- Se fue a la casa a buscar las cosas que puedan necesitarse para Erika, y además fue a buscar ropa abrigada por que dijo que se va a quedar esta noche acá pendiente a cualquier eventualidad con la nena.

-- ¿Y como está él? ¿Tu como lo viste?

-- Pues como va a estar marica, preocupado y dolido, pero lo ha tomado con serenidad.

--¿Como? ¿Mi papá tranquilo sabiendo que la niña de sus ojos sufrió un accidente que le puede costar la vida? ¿O es que no recuerdas como se puso la vez que Erika a los 15 años se cayó de las escaleras del colegio y se rompió el brazo?

-- Ese día lo llamaron del colegio – interrumpió mi mamá entre sollozos- y se salió en medio de una reunión con los representantes de la multinacional. Dos días estuvo sin ir a trabajar, por estar en la casa cuidando a tu hermana.

-- Me acuerdo que por poco lo despiden -agregó mi hermano Víctor.

-- ¿Y entonces como culos me puedes decir que está tranquilo?

-- Marica no se. Así es que está actuando. Tu me estas preguntando y yo te estoy respondiendo.

-- No se, esa supuesta tranquilidad de mi papá no me gusta para nada- decía yo a mi madre y a mi hermano, mientras veía hablando por un teléfono móvil una cara que se me hacía conocida, al final del pasillo de urgencias...

Para leer la quinta parte de esta historia, de click aqui

domingo, 1 de febrero de 2009

Cuento de Año Nuevo... (Tercera Entrega)



(Para saber como comenzó esta historia, favor dar click aquí)

...Mi móvil vibró. Como invocado por mi anterior pensamiento, mi padre me estaba llamando.

-- Ajá apá!

-- ¡Nojoda, hasta que por fin entró la llamada! ¡Tengo como cinco minutos de estar intentando comunicarme contigo y con tu hermana pero nada!

-- Papi tu sabes que a esta hora es un milagro que salga una llamada a un móvil.

-- Aja. ¿Hey donde estas? Acá te estamos esperando. ¿No piensas venir?

-- Estoy en la 64 con 80 en medio de un trancón ni el hijueputa, por que un hubo un choque.

-- ¡Mierda! Tu hermana Erika tampoco ha llegado.

-- ¿Cómo así? – Pregunté extrañado, mientras veía llorar a la madre de aquel joven atrapado frente al timón, desconsolada.

-- Hace veinte minutos tu mamá habló con ella, y le dijo que ya mismo se venia para acá, y que el hermano de Paola la traía, pero la he estado llamando y no me puedo comunicar con ella.

--¡Jueputa esas son las vainas que hace Erika! ¡Ella hace lo que se le da la gana es por que tu siempre le has alcahueteado todo, papi!

-- Juan José, tu mejor que tus hermanos sabes que ella es y será la niña de mis ojos, ¡así ella se case!

-- ¡Bueno papi, pero es que sus niñerías nos afectan a todos, y siempre que...

-- Ok, deja el celo. – Me interrumpió mi papá. – Y sabes que... ¡Feliz año hijo!
Miré mi reloj y me di cuenta que lo que decía mi papá era cierto. Eran las doce en punto. El bullicio, comandado por la canción de año nuevo de la “Billos Caracas Boys”, acompañado de los pitos y las sirenas, invadió todas las calles de la ciudad.

-- ¡Feliz año viejo Juan! – Fueron las palabras que le dije a mi papá, en medio de unos ojos llorosos, al darme cuenta que era la primera vez que pasaba un año nuevo sin abrazar a mis familiares a las doce en punto de la noche.

-- Trata de llamar a tu hermana. Te quiero. Te paso a tu mamá. – Se despidió mi papá.

-- Aló? Mami?

-- ¡Juanjo mijo, Feliz a...

Esas fueron las palabras que pude escuchar de mi mamá antes que se cayera la llamada.
No me llené de rabia, pues sabia que a esas horas estarían congestionadas las redes de telefonía celular, así que hoy seria normal que eso sucediera.
Intente llamar a mi hermana a su móvil, pero nada todo era en vano.
Me preguntaba que donde carajos estaría metida esa niña caprichosa que mi padre tanto quería y protegía.

Un policía se le acercó a la señora de los chicles y le preguntó:

-- ¿Nada mas venían en el auto los dos muchachos?

-- No señor agente. ¡Atrás también venían dos niñas como de la misma edad de los pelaos!
Después del choque una de ellas, la mas “berraca”, se bajo del carro así toda sucia de sangre, y fue a ver al pelao que se salió por el vidrio. Se acerco a él, pero como le vio todo eso afuera, se devolvió para donde estaba el que manejaba...

-- El hermano era quien venia manejando. – Interrumpió el policía en forma afirmativa.

-- ¡Anda! Yo no sabía. ¡Pobre señora! – Dijo impresionada la señora poniéndose una mano en la cara.

-- Continúe. – Dijo el policía mientras le bajaba el volumen a su radio comunicador.

-- !Pobrecita! Entonces la niña le pegaba cachetadas y le gritaba al muchacho que le hablara. Pero nada. Luego se quito del carro y se echo a llorar. – Seguía relatando la señora mientras miraba que nadie se llevara algo de su mercancía.

-- ¿Después que hizo la muchacha? – Preguntó el policía.

--¡Espérese y le digo! Medio paquete en mil quinientos, señor —le dijo la vendedora a un hombre que tomaba un paquete de cigarrillos. -- Luego se abrió la puerta de atrás del carro y salió la otra muchacha arrastrándose y toda llena de sangre, tratando de hablar pero no podía.
Entonces la hermana del que venía manejando la cogió, la cargó y se montaron en un taxi que se había detenido a ver el choque.

-- ¿Recuerda algo mas? – Preguntó el policía.

-- No señor, sólo que la muchacha que salió arrastrándose del carro se veía muy mal.
En ese instante que la señora terminaba de hablar, otro oficial de policía se le acercó a su compañero.

-- Feliz año camarada. ¿Arrancamos el año bien bonito, cierto? – Dijo el policía que acababa de llegar, mientras sacaba una pequeña libreta de notas del bolsillo de su camisa.

-- Pues así parece. ¿Que tienes de novedad?

-- El “muñeco volador” se llamaba Ramiro Palma, tenia 19 años, y al parecer era muy allegado a la familia de la señora, por que ella se refiere a él como “ramirito”.
El “muñeco” tras el volante es el hijo de la señora, y se llamaba William Gómez, tenía 20 años y venía con su hermana y otra niña en el auto. La hermana se llama... déjame y te digo... lo tengo aquí apuntado...

En fracciones de segundo mi mente al escuchar el apellido Gómez, empezó a trabajar más rápido de lo normal. Recordé que la amiga de mi hermana Erika se llamaba Paola Gómez, y que mi papá me había dicho por teléfono que a Erika la iban a llevar a la casa Paola y su hermano.

En ese instante fui embargado por una sensación de angustia al esperar que mis sospechas fuesen ciertas cuando escuchara el nombre de la joven que viajaba con su hermano en aquel carro accidentado. Tanta era la desesperación que para no prolongar esa angustia en la espera de aquel nombre, que le grité al policía:

-- ¡Paola! ¿Paola Gómez?

Los dos policías y la gente que estaba a mí alrededor dirigieron su mirada hacia mi, algo atónitos por mi actitud. El policía volvió a clavar su mirada en aquella pequeña libreta y dijo: -- Aquí está. Gómez.... Jazmín Gómez.

Una lluvia de tranquilidad empapó mi cuerpo y mi alma. Eran las palabras, si se puede decir, más hermosas que había escuchado yo en ese comienzo de año.
Sentí que mi ser se llenaba de una cierta energía incomprensible. No aguantaba las ganas de llegar a casa de mis abuelos y abrazar a todos los miembros de mi familia. Es mas, hasta pensaba irme caminado o corriendo, para llegar lo mas rápido posible.

-- ¿Tienes noticias de a que hospital llevó la muchacha a su amiga? – Preguntó el policía que había interrogado a la señora de los chicles, sacándome así de la burbuja de sosiego que me rodeaba.

-- No. No tengo ni el nombre, ni el hospital a que fue llevada. Imagino que en minutos nos informaran desde la central por el radio comunicador.

-- Oiga señor agente, ¿y el perro que venia manejando la camioneta? – Preguntó un señor que hacia parte de la multitud de curiosos que presenciaba el accidente.

-- Ese man ya está en la comisaría. Se llama Tomas Javier Sánchez. Venía conduciendo en estado de embriaguez, y sólo se golpeo la cabeza contra el timón, y se fracturó tres costillas. Así es la vida.

--¡Esos hijueputas son los que se deben de morir, y nunca les pasa un culo! – Exclamó la vendedora de chicles.

-- La que si resulto herida fue su acompañante. Imagino que no era su esposa. —Afirmaba uno de los policías. – Ella sufrió rotura de cuello y fractura en las...—Se apagaba la voz de aquel policía en mis oídos, mientras me apartaba de aquella multitud.

Busqué entre la gente al conductor del taxi donde yo venía. Lo pude ver aún curioseando y hablando con otras personas a cerca del accidente. Sabía que ese taxista no podría hacer nada para sacar ese taxi de aquel trancón. Me dispuse a escabullirme en medio de la gente, y poco a poco me fui alejando de aquella horrible escena de fin de año.

Me dirigí dos calles abajo, en busca de otro taxi que si pudiera llevarme al destino de aquel viaje que había iniciado a las 11:35 de la noche del año anterior...

(Para leer la cuarta parte de esta historia, de click aqui)