martes, 10 de febrero de 2009

Cuento de Año Nuevo... (Cuarta Entrega)



(Para saber como comenzó esta historia, favor dar click aquí)

...Eran las 12 y 20 de la madrugada del domingo primero de enero del año 2006, y gracias a alguna fuerza extraña, había encontrado un taxi que me llevaba a donde mi familia se encontraba departiendo.

Unas ganas incontenibles de fumar invadieron mi sistema nervioso. Saqué el paquete de cigarrillos de mi chaqueta, y le pregunte al taxista que si no le molestaba que fumara en el auto. El me respondió que perdiera cuidado, que el también quería perder cinco minutos de vida también, así que se me uniría en mi pequeño rito suicida.

Mientras aquel humo asaltaba mis pulmones y relajaba mi cuerpo, mi mente no dejaba de pensar que habría pasado si las que hubiesen ido en la parte de atrás de aquel carro accidentado fuesen Erika y su amiga Paola.

Luchaba contra aquella ráfaga de pensamientos poco gratos, pero nada. Así tratase de pensar en mi novia y lo rico que la pasaríamos el puente de Reyes Magos en las playas de Cartagena,el próximo fin de semana, los dos solos, mi mente abría una puerta hacia un futuro lleno de penas y amarguras para toda mi familia.

Llegó un momento en aquel trayecto dentro del taxi que me decidí a no seguir luchando contra esos pensamientos, y comencé a imaginarme como hubiésemos vividos esos momentos de angustia y tristeza, y como hubiesen cambiado nuestras vidas.
Quería hacerme la idea de más o menos como seria lo que le tocaría atravesar a las familias de aquellos jóvenes que habían muerto de una manera casi absurda.
Gracias a cualquier dios, sólo serían elucubraciones, y no realidades, que a mi familia, y se que a ninguna familia, por muy rica o muy pobre que sea, le gustaría que le sucediera.

Veía una imagen borrosa del funeral de mi hermana. Si. Podía verla a ella engalanada de un vestido color blanco inmaculado. Pero a esa bella modelo que lucía aquel hermoso vestido, la afeaba un ataúd de color vino tinto en el cual yacía su cuerpo inerte.
Veía muchos rostros conocidos llorando por su partida. Entre esos rostros podía ver claramente el de mi madre.
Imaginaba a mi madre llorando desconsolada al lado de mi abuela y mis tías, quien no sabían como consolarla, y que en su rojiza y triste mirada se podría ver que si en sus manos tuviesen el poder de canjear con el destino las vidas de ellas, por la resurrección de su sobrina, lo harían.

No se que le pasó a mi cuerpo y a mi mente en esos momentos, pero caí en un profundo letargo en el cual seguía visualizando imágenes poco gratas de cómo hubiesen sido esos momentos de dolor en mi familia, si se hubiesen llegado a dar las cosas de esa manera.

Un bache en la carretera hizo que el carro brincara y me sacara de aquel mar de virtual de escenas que hubiesen podido marcar mi vida por siempre. Gracias a una gran fuerza de algún lado del universo, esas escenas solo estaban en mi mente, y no eran reales en estos instantes de mi vida.

El taxi seguía su recorrido por las calles llenas de música y de gente abrazándose y repartiendo buenos deseos para este año que apenas empezaba.

Algo que llamó mucho mi atención en aquel “mar virtual”, fue que no visualicé a mi padre en ninguna de aquellas escenas de dolor, y pensé lo difícil que sería para él afrontar una situación de este calibre tan devastador.

Cuando el taxi entró en la manzana donde vivían mis abuelos, pude percatarme de inmediato que en ninguna de las casas se encontraba encendido ningún equipo de sonido, y que además esta era la única manzana de toda la ciudad en la cual las personas no se estaban abrazando y deseándose un feliz año nuevo, todo lo contrario, estaban cruzados de brazos y con unas cara largas.

Miré mi reloj para ver si ya era tan tarde para que la gente se hubiese dejado de abrazos y saludos de bienestar, pero este señalaba que solo habían transcurrido 30 minutos después de las doce. Aún era tiempo de felicitaciones.

-- Señor, es en la casa verde de rejas blancas —le indiqué al conductor.
Antes de bajarme del auto, miré a través de la ventana del taxi y lo que seguia percibiendo no me gustaba para nada.

Como tratando de ponerle ánimo a aquella reunión, al bajarme del taxi grité:
-- ¡Llegué yo nomejoda! ¡Feliz Año Nuevo!

Todos me miraban pero no decían nada.

-- ¿Aja donde están el viejo Juancho (mi papá) y la vieja Alicia (mi mamá)?

Ellos y Victor mi hermano,eran los únicos miembros de mi familia que no se encontraban allí en aquel instante, y los que se encontraban permanecían inmóviles y sin pronunciar palabra alguna.

-- ¿Pasó algo? Díganme algo. ¡Que me digan algo jueputa! —grité.

De inmediato mi tío Esteban se acercó a mi, me abrazó y me dijo algo que rompió aquel silencio que había departe de mi familia hacia mi, y que hubiese preferido que no se hubiera roto jamás.

-- Tus papás están en la Clínica 20 de Julio. Tu hermana se accidentó, y está muy grave.

Reaccioné bruscamente apartando a mi tío de mi lado con un fuerte empujón. Aún no comprendía bien, si lo que mi tío me había dicho, era lo que yo había escuchado, o era que mi sentido auditivo me gastaba una broma pesada.

-- Cálmate Juan José. Erika venía en el auto del hermano de Jazmín Paola. El conducía y junto con Erika venía Paola y otro muchacho.

Tu hermano Víctor llamó y dijo que los muchachos murieron en el impacto, y que Paola como pudo llevó a Erika a la clínica. Los médicos le dijeron a Víctor que la “nena” estaba muy delicada debido a que tiene golpes internos en la cabeza.
Todos estamos consternados, pero debemos actuar con cabeza fría y ser fuertes ante cualquier eventualidad que pueda suceder.

En fracciones de segundo mi mente me hizo saber que había sido espectador del choque en el que mi hermana se había accidentado, y que aquel muchacho que quedo atrapado frente al volante era el hermano de Jazmín Paola, a la que yo solo conocía simplemente como Paola.

-- ¿Qué culo quieres decir con cualquier eventualidad? – le grité a mi tío.

-- Esperar lo peor Juanjo. Erika esta muy grave.

-- ¡Como se te puede pasar por la cabeza esa mierda idea que Erika se va a morir! – continuaba gritándole a mi tío con todas mis fuerzas, mientras él guardaba silencio y el resto de mi familia me miraba perpleja.

Salí corriendo de la casa de mis abuelos sin decir mas nada y me dirigía hacia la esquina de la calle, mientras sentía la mirada de los vecinos clavarse en mi espalda.

Detuve el primer taxi que se cruzo en mi camino. No se cono, pero aquel taxi no llevaba pasajeros. Lo aborde y le dije al conductor que me llevara a la Clínica 20 de Julio lo mas rápido posible.

Al llegar a la clínica pude encontrar a mi mamá con su mirada fija en el piso de aquel lugar, mientras mi hermano Víctor la abrazaba y la besaba en la cabeza en señal de consuelo.
Mi madre al verme corrió a mi me abrazó y rompió a llorar.

-- ¡Aaay mijo, tu hermanita linda está mal! ¡Está mal! ¡Está muy mal!

-- Calma mami, calma. Quédate tranquila.

-- Papi no puedo. ¡Tu hermanita se me muere mijo!

Miré a mi hermano Víctor, quien mirándome y apretando sus labios, me dio a entender que mi hermana verdaderamente estaba muy grave.

-- ¿Víctor, donde está mi papá?

-- Se fue a la casa a buscar las cosas que puedan necesitarse para Erika, y además fue a buscar ropa abrigada por que dijo que se va a quedar esta noche acá pendiente a cualquier eventualidad con la nena.

-- ¿Y como está él? ¿Tu como lo viste?

-- Pues como va a estar marica, preocupado y dolido, pero lo ha tomado con serenidad.

--¿Como? ¿Mi papá tranquilo sabiendo que la niña de sus ojos sufrió un accidente que le puede costar la vida? ¿O es que no recuerdas como se puso la vez que Erika a los 15 años se cayó de las escaleras del colegio y se rompió el brazo?

-- Ese día lo llamaron del colegio – interrumpió mi mamá entre sollozos- y se salió en medio de una reunión con los representantes de la multinacional. Dos días estuvo sin ir a trabajar, por estar en la casa cuidando a tu hermana.

-- Me acuerdo que por poco lo despiden -agregó mi hermano Víctor.

-- ¿Y entonces como culos me puedes decir que está tranquilo?

-- Marica no se. Así es que está actuando. Tu me estas preguntando y yo te estoy respondiendo.

-- No se, esa supuesta tranquilidad de mi papá no me gusta para nada- decía yo a mi madre y a mi hermano, mientras veía hablando por un teléfono móvil una cara que se me hacía conocida, al final del pasillo de urgencias...

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